EDITORIAL
Autora
Psicóloga Clínica
Lourdes Lalama
La música forma parte inherente del ser humano; existen hallazgos arqueológicos desde el paleolítico, que nos hacen referencia de la existencia de instrumentos que registran la aparición de la música.

Si nos ubicamos en nuestra era, la música nos marca una pauta importante desde el inicio de nuestra vida, por ejemplo las canciones de cuna cuando aún somos unos infantes, y más tarde como una manera de codificación con nuestros pares. En alguna ocasión me preguntaron, ¿cuál era la música de mi época? y mi respuesta fue sobre la música que escuchaba en mi adolescencia (que fue la época de mi vida que más he disfrutado) así pues, la respuesta puede variar de persona en persona. Usted lector, deténgase a pensar cuál fue la música de su época favorita; de seguro las canciones que vienen en su memoria vienen cargadas con emociones, recuerdos, sensaciones y hasta olores.
La música nos ayuda a cambiar el estado de ánimo y todo dependerá del tempo (velocidad de las pulsaciones) y ritmo que tengan las canciones para generar diferentes emociones.También los sonidos más agudos pueden hacernos sentir inquietud, ajetreo, molestia y ahogo. Nos podemos dar cuenta de esta situación, cuando entramos a un restaurante y nos ponen música muy movida, entonces terminaremos comiendo a ese ritmo; lo mismo ocurre si nos ponen música calmada, comeríamos a ese mismo ritmo. Otro ejemplo puede ser cuando estamos enojados o aturdidos y escuchamos tonalidades musicales que nos relajan, en seguida nuestro cerebro produce dopamina, que es el neurotransmisor encargado de generar bienestar, y nos ayudará a manejar de mejor forma el estado de ánimo.
Hay ocasiones en la que escuchamos música en otros idiomas y no entendemos lo que están diciendo en su letra, pero la tonalidad, el ritmo, y el sonido de los instrumentos nos generarán diferentes emociones; por eso se dice que la música es el lenguaje universal.