Madre mía
me miro en el amor de tu mirada,
aunque ahora nubes grises empañan tus ojos,
el amor que nos diste permanece intacto e infinito.
Por: Ruth Parra
Mi madre es una mujer maravillosa, querida por todos, amorosa, gentil, siempre pendiente del bienestar de los demás. Fue un ejemplo de profesora, de directora de su adorada Escuela 10 de Agosto; ella fue quien con su trabajo, tesón y su capacidad de mover montañas, hizo de ella una de las mejores escuelas de Quito cuando ella estuvo de directora.
La palabra que más le describe a mi mamá es AMOR; ese amor incondicional que brindó a mi padre, a sus hijos, nietos, bisnietos, a toda su familia, a sus amigos, compañeros y a todo aquel que tuvo la suerte de conocerla. Además, cocinaba como los dioses y le encantaba hacernos postres deliciosos, toda su casa olía a galletas y chocolates y le hacía muy feliz reunir a la familia en torno a la mesa.
Hace más de 10 años, todo cambió y empezamos este duro aprendizaje. Un día nos dimos cuenta que mi mamá repetía muchas veces una misma pregunta, cuando mi padre me contó lo que le sucedía, un frío recorrió mi cuerpo y solo pedí a Dios: por favor que no sea Alzheimer. Pero mi temor más grande se hizo realidad, tras análisis y exámenes nos dieron la confirmación de esta cruel enfermedad.
Mi padre se convirtió en su cuidador principal y amorosamente la acompañó en este camino, tras un largo peregrinaje, llegamos a la Fundación Tase, donde encontramos por fin profesionalismo y sobre todo mucho amor y apoyo. Ella no quería ir sola por lo que mi papá la acompañaba a sus terapias y al final él también empezó a realizarlas, realmente disfrutaban mucho de ese espacio, que nos ayudó tanto a toda la familia.
Tras la muerte de mi padre nos dimos cuenta de una dura realidad: no teníamos las herramientas para poder cuidar a mi mamá, la partida de mi padre nos dejó deshechos y era necesario buscar ayuda. Como un ángel venido del cielo se nos presentó una opción, una decisión que ha sido la más difícil, dolorosa y a la vez llena de amor: internar a mi madre en un centro de cuidado, en la Residencia Tase, en donde la tratan con cariño, tienen las técnicas para darle todos los cuidados que necesita las 24 horas del día y le tienen activa todo el tiempo lo que le ayuda en su calidad de vida.
Ahora ese es su nuevo hogar, es la nueva casa de mi madre, sus compañeros, sus cuidadores, son parte de nuestra vida. Cuando la visitamos disfrutamos nuevamente de estar juntos en familia y nos alegramos de verla de nuevo sonreír, cantamos las canciones de Juan Gabriel que le encantan, come las golosinas que le llevamos como si fuera una niña.
Son instantes compartidos que nos llenan el alma y que nos animan a todos a hacer lo mejor con nuestra vida, a ser los mejores seres humanos, en honor a mi madre y a mi padre, tal como ellos nos enseñaron con su ejemplo.
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