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Testimonio de un Adulto Mayor


 

La extraña sensación de estar ausente

Por: Anónimo




En algún momento de mi vida, siendo siempre muy “familiera” decidí darme un descanso y dedicarme a mis nietos.


Mis hijos crecieron y llegaron las nuevas y hermosas generaciones de la familia. Cuando era niña crecí en una casa donde todo se compartía, todo, TODO, cuando digo todo me imagino jugando con “calzoncillo” junto a la pileta de mi jardín y me sonrojo… pero así era, soy mujer y una niña usando calzoncillo pienso, hasta ahora, que eso solo sucedía en mi casa. En el tiempo el desorden del día a día solo hacía que compartamos aún más y aprendí a valorar profundamente a la familia. Mientras vas creciendo, conoces gente, haces amigos, generas vínculos con personas a través de afinidades, unas más temporales que otras y todos valiosos; pero la familia siempre la más valiosa… sencillamente porque “siempre están”. Y eso era lo que quería enseñar a mis nietos.


Aunque el ruido estorba (el volumen de voz de ciertos tíos, primos, sobrinos, es demasiado alto)… hoy extraño comer en ese desorden. Siempre salían de mi casa y yo decía “ahora sí estoy en paz”… pero si la paz es éste silencio,


muero por comer otra vez en ese desordenado ambiente que

se llamaba -almuerzo familiar


Decidí dedicarme a mis nietos de lleno desde hace 3 años, no cuidarlos porque eso de ser mamá a mis casi 70 años no me es posible… es así como cada papa frita y cada helado derramado en mi auto con asientos de tela poco a poco dejaron de ser una pesadilla y pasaron de ser manchas a ser huellas en mi corazón.


De esos tres años, casi un año he estado ausente y esa sensación ha sido la más difícil de mi vida. Al inicio de marzo 2020, como un freno casi a raya, tuve que dejar de ver a esas personitas que ensuciaban mi auto. Al inicio de la pandemia me concentré en que ellos estén bien, solo cuando somos abuelas sabemos que a pesar de que nosotros somos el “grupo más vulnerable” lo único que nos importa es que los hijos y los nietos estén bien, así fue como los primeros 3 meses de la pandemia viví preocupada por eso, cada llamada que hacía a mis hijos era para reforzar que no salgan, para saber si tienen todo, para asegurarme que tengan casi, casi la mochila lista como cuando pensábamos que estaba próximo a erupcionar el Cotopaxi. A partir del 4to mes empecé a sentir una soledad enorme, mis hijos estaban trabajando en las “monstruosas pantallas que tanto me cuestan” y no tenía un minuto para responderme si los niños estaban bien y lo que es peor… mis pobres nietos igual!


Al 5to mes de la pandemia yo estaba muy triste, solo oyendo noticias aterradoras, sin saber cuándo acabaría esto, y me encerré en mí misma, en mis pensamientos y diría que en mi cuarto.


Al 6to mes de la pandemia todavía no había tiempo para que me contesten el teléfono, es más las llamadas que recibía de mis hijos solo eran para ver si “yo tenía compras, sí yo no había salido” y como si fuera sorda y no oyera las noticias… aterrorizaban más para que no salga. En algún momento llegué a pensar que solo me faltaba botar arboles en el jardín par cocinar con leña porque el señor del gas, que tiene que entrar a mi casa para instalarlo.. podía contagiarme.


Al 7mo mes decidí que las historias del señor del gas eran más entretenidas que las noticias.. entonces empece a tener nuevas amistades! Amiga de todos los que dan servicio a domicilio de cualquier cosa, su vida sus preocupaciones y su exposición me daba una visión más real de cómo estaba el mundo.


Al 8vo mes uno de mis hijos finalmente decidió invitarme a almorzar, salí como un astronauta de la casa, y la verdad parecía que estaba en otro planeta… pues quien ha viajado y ha vivido bastante tiempo fuera del país, sabe la sensación de ver una ciudad que prácticamente ya no conocía. No se si era la mascarilla pero hasta vi cosas que no había visto antes y vivo a 10 minutos de mi hijo.


Después de esa salida de “campo” decidí que tengo que cuidarme pero que necesito conectar con esos pequeños monstruos que dejaban huellas en mi auto.. y decidí activarme en el mundo digital. Ahora no solo soy buena sino que pienso que lo hago mejor que mi hija menor…pues digamos que yo le meto más cabeza y corazón a mis contactos “digitales” que ella…. y he descubierto un nuevo yo, que aunque de todas formas esta desesperado por salir, a reemplazado las huellas de los helados por unos insultos que son como la nueva música para los oídos…. “abuela si me escuchas?”, “abuela pon compartir pantalla..aigg no entiendes nada”, “abuelaaaaa, mamiiii por qué no puedes si es fácil, es más fácil que bordar”, “abuela apenas salgamos de la pandemia hay que llevarte al doctor, no estas oyendo nada y te veo más lenta que antes”, “abuela de verdad quieres que hagamos zoom otra vez?, tengo que hacer deberes pero bueno hagamos un ratito”…. Increíble pero eso es música para mis oídos, mi nuevo helado, las nuevas huellas.


Soy feliz, los amo, me aman… aprendí que la ausencia no es física, es mental, ahora estoy mucho con ellos, no más que antes pero estoy. Y con todo lo que he aprendido, sufrido y entendido… solo espero que la pandemia mejore porque sufro con el impacto en las nuevas generaciones, lamento por mis nietos, ni siquiera por mí.


Hoy, después de tantos meses que ya ni me interesa contar, cada zoom que hago con mis nietos son muchas risas, he aprendido a hacer GIFs chistosos o no sé si se vuelven cómicos por otra razón, lo importante es que nos disfrutamos mucho. Y que además yo soy quien les “agenda” el zoom.


Trato de pensar positivo: por ejemplo que haber aprendido a usar esos monstruosos aparatos hagan que en el tiempo tenga más cosas que compartir con ellos.


Espero que al final de cuentas, haya cumplido con enseñarles la pertenencia a la familia, la solidaridad y el aprender a amar las ruidosas cenas, el disfrutar las “huellas” y la “música” de la vida.


 

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