La extraña sensación de estar ausente
Por: Anónimo

En algún momento de mi vida, siendo siempre muy “familiera” decidí darme un descanso y dedicarme a mis nietos.
Mis hijos crecieron y llegaron las nuevas y hermosas generaciones de la familia. Cuando era niña crecí en una casa donde todo se compartía, todo, TODO, cuando digo todo me imagino jugando con “calzoncillo” junto a la pileta de mi jardín y me sonrojo… pero así era, soy mujer y una niña usando calzoncillo pienso, hasta ahora, que eso solo sucedía en mi casa. En el tiempo el desorden del día a día solo hacía que compartamos aún más y aprendí a valorar profundamente a la familia. Mientras vas creciendo, conoces gente, haces amigos, generas vínculos con personas a través de afinidades, unas más temporales que otras y todos valiosos; pero la familia siempre la más valiosa… sencillamente porque “siempre están”. Y eso era lo que quería enseñar a mis nietos.
Aunque el ruido estorba (el volumen de voz de ciertos tíos, primos, sobrinos, es demasiado alto)… hoy extraño comer en ese desorden. Siempre salían de mi casa y yo decía “ahora sí estoy en paz”… pero si la paz es éste silencio,
muero por comer otra vez en ese desordenado ambiente que
se llamaba -almuerzo familiar
Decidí dedicarme a mis nietos de lleno desde hace 3 años, no cuidarlos porque eso de ser mamá a mis casi 70 años no me es posible… es así como cada papa frita y cada helado derramado en mi auto con asientos de tela poco a poco dejaron de ser una pesadilla y pasaron de ser manchas a ser huellas en mi corazón.
