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ANÓNIMO


LA MAGIA DE CONTAR HISTORIAS


El arte de contar historias no necesariamente es escribir lindo. Es escribir con el corazón, de manera tal que conectes emocionalmente con las personas a través de lo que te ha pasado, de tu historia y de tus vivencias. Más de una vez he tratado de entender por qué me quedo leyendo graffitis, frases especiales o trato de anotar cada vez que alguien dice “algo especial” …. casi siempre es porque me llega al corazón, me siento comprendida en la vida. Cuando me encuentro leyendo descansando en las palabras me doy cuenta que estoy pensando “wow, por fin alguien que me entiende”. La magia de contar historias solo existe cuando lo haces de verdad, cuando es genuino, cuando es real, cuando es congruente… cuando las palabras solo narran eventos reales que apoyan sin saber, a otros.


Y solo así se perdona aquellos errores de narración, redacción, gramática y sintaxis… se perdona todo, porque para contar historias no se necesita buscar palabras, solo decirlas.


Aquí te dejamos una columa que esperamos te entretenga y que más que acercarse literalmente a ti, te haga sentir que no estas solo. Esperamos en cada edición sumar más historias.


Cuando las historias lo logran, cuando las personas se unen en las historias, se generan los verdaderos grupos de apoyo. Eso es sostenernos los unos a los otros.



CHORROCIENTAS VECES RIENDO


Este verano, el segundo de la pandemia, decidí dedicarle tiempo a mi tía, un ser querido, generoso, maravilloso pero muy solitario. Cuántas veces cuando era pequeña ella estuvo ahí, enseñándome a rizar las pestañas, a caminar en tacos y a decir “nomás” al novio cuando no quería ir a alguna parte. Claro, mujer soltera, la más joven de las hermanas, sin hijos, llena de sobrinos, por su puesto pegada a mí que siempre fui la mejor jajaja, estaba ahí para malcriar a todos. Con solvencia económica, que disfrutamos cada día todos los leones de los sobrinos, comprándonos los mejores juguetes, esos que no compran los papás.


Claro, mujer de lujo, como digo yo, no había cómo llevarle ni a un lugar no deseado por ella, ni a cualquier lugar que no se le mida. Pero, mujer joven, además muy guapa (no lo digo porque es mi tía) de 70 años, con Alzheimer inicial, a una edad que todavía tiene unos cuantos encantos que le facilitan la persecución de miradas de señores encantadores por su puesto divorciados, casados con alguna diosa como yo, de esas que fregamos tanto con lo que nos toca hacer en la casa, que ya prefieren mirar otras viejas (no lo digo solo por mi tía sino por mi). Y mi mayor preocupación es esa, la magia de la aventura de dedicarme a mi tía en el verano que tengo un poco más de aire con mis hijos, cómo le llevo a los lugares mágicos donde ella quiere socializar y su dificultad en hilar una conversación o entender lo que está pasando le obstaculiza disfrutar de esa atracción positiva, su sentido del humor, su ligereza encantadora, su manera de disfrutar las cosas y estar con sus amigos….. si no tiene MEMORIA. Si tengo que pasar dando explicaciones a los que se van porque se dan cuenta y a ella porque se queda sola.


Pero bueno, en su privilegiada independencia a pesar de su situación, todavía pudo ella mismo motivarme a lanzarnos a una aventura que no requería esfuerzo para ella, pero que fue una odisea para mí… “vamos a visitar nena a todos los amigos que no he visto hace tiempos, mira que te la pongo fácil, los que viven aquí en Quito y que ya no hacen mucho como yo, entonces no tienes que cuadrar horario, vamos y les caemos” - “tía hay pandemia, no se si podamos ir”- “el que no quiere salir que solo me salude de lejos, quiero ver cómo han cambiado, estarán viej@s, gordos, casad@s, viud@s”.


Cuando era niña ser como mi tía era lo máximo, llena de amigas y amigos, la cool del grupo, a la casa de ella podía llegar cualquiera con un chuchaqui o cualquiera al que le botaron de la casa. Sonaba bien, y se veía feliz, de hecho debe haber sido feliz porque quiere ver a sus amigos ahora, les extraña y tiene la fortaleza y voluntad de que ante tan generoso ofrecimiento mío, de “hagamos lo que tu quieras (pensando yo hasta en viajar)”, lo primero que se le ocurre es ir a ver a todos sus amigos, no a uno, ni a dos, ni tres, hicimos una lista muy grande. Le veo y pienso, esa mujer que siempre quise ser, soltera, sin familia, llena de amigos, sin que nadie le ponga reglas ni límites, se había desvanecido en el momentos que me enamoré y se me olvidó en cuanto tuve mis dos maravillosos hijos que se convirtieron en mi razón de existir. Y en ese momento mientras veo la lista siento tristeza, me pregunto “por qué quedarte sola en la vida, que te pase esto y de ahí tienes que esperar que alguien como sus sobrinos se apiaden de ella para poder tener una vida”. Y a lo largo de esta aventura después de chorrocientas risotadas, más que encontrar la respuesta a la pregunta, puedo decir que da igual ser como yo o ser como ella. La soledad resulta que nace de uno y puedes estar rodeado de hijos pero ninguno interesado en ti, bueno o interesados en que estés “con vida” no se realmente si “bien”. Digo en esta aventura me di cuenta que tengo que apurarme cultivando relaciones con amigos, con mi esposo, conociendo a mis hijos pero permitiéndoles a ellos conocerme a mí para que no me traten como monigote a futuro.

Que sepa yo lo que quieren, que sepan lo que yo quiero y que conozcan mi círculo social también. Vamos, pero no se trata de mi sino de mi tía.


Primera amiga, camino a su casa “nena ¿pero estás segura que se murió el marido? Estaba bien, no te puedo creer”. Saliendo de casa de la amiga “hijita que tristeza verle así, acabada sola, los hijos viviendo en otros países, con la empleada, sin amigos, ha perdido el contacto con todos, hasta conmigo, y eso que yo le invitaba un montón pero nunca tenía tiempo”.


Segunda amiga, un matrimonio de dos amigos con sus hijos casados, llenos de nietos, los dos jubilados, viviendo felices en una casa en el medio de Quito. Increíble como pasamos, yo creo que mi tía se olvidó que tiene Alzheimer… y ellos decidieron ignorarlo. “Nena estos son unos amigazos, hemos llorado de la risa como hoy, durante 40 años, no se como siguen casados si viven juntos tantos años… pero el “siguiente viaje tengo que hacer con ellos”.


OMG, no ONG, Oh my god pienso yo, viaje? amigos? Degana le traje, yo no puedo ir con ella, nadie puede ir con ella, ella no puede ir, está sola!.


Tercer amigo, casado, él en silla de ruedas, tiene un problema de rodilla fuerte, su esposa una mujer independiente, no trabajan. No les veo tan felices, están un poco cansados, pero les veo bien. Risas y risas y risas, alcanzo a darme cuenta que el señor probablemente pensaba que por qué no se casó con una mujer tan llena de energía como mi tía, también me doy cuenta que su esposa se convirtió más en amiga de mi tía que su propio amigo, pues con ella habla prácticamente todas las semanas y en la pandemia inclusive, se han reunido a tomar unos vinos varias veces solas. Que linda tarde, pero tenemos que irnos en el momento apenas el sol desapareció de la ventana, porque, al igual que mis abuelos, creen que a mí también me queda difícil manejar por la noche. Hemos pasado tan bien que ni yo me quiero ir.


Cuarta amiga, viuda, vive con su hija. La visita fue como una visita “oficial”. Su amiga bien, su hija pensó que le visitamos a ella e incluso nos dijo que a “tal” hora tenía que salir, estaba clarísimo que a esa hora saldríamos todos y punto. Nos reímos, comimos rico. No creo que mi tía disfrutó tanto. Y fue en esta visita que me puse a pensar que tal vez solo soy el transporte y no el acompañante de un enfermo, quizás debería dejarle en la casa, asegurarme de que quede bien, que sepan con anticipación que tiene Alzheimer y dejar de ser el policía - como la hija de su amiga - que no le deja disfrutar enteramente de la visita.


Quinta amiga, le dejé sola, a escondidas le dije que tiene Alzheimer. Salió no me contó nada, se sintió incómoda. Guardó silencio. Fuimos a la casa, porque cada visita era en día diferente, no había apuro por ir a la mía o hacer algo más, supuse que se sintió mal.


Sexta amiga, no se si eran mis energías, si eran las de ella, pero la sexta amiga fue como la quinta. Claro, también le dejé sola y le anticipé a su amiga el asunto del Alzheimer.


Séptimos amigos, una pareja de dos personas independientes, él trabaja, ella es mucho más joven, por lo que se siente una casa más juvenil. Gentiles, divertidos, estaban ese día a cargo de una nieta de 16 años. Entonces decidí quedarme (había una segunda intrusa, ya no era solo yo). Pasamos de lujo. Nos reímos tanto, al día siguiente, que era sábado, quedamos en ir a una hacienda de otro amigo, con ellos, pasamos un fin de semana espectacular, tuve que llevar a mis hijos y mi marido, quienes disfrutaron también de la visita. Al comienzo con mascarillas, después sin mascarillas, digamos que los únicos contaminados podíamos ser nosotros porque mi marido trabaja, de manera que el de la mascarilla fue él. Me olvidaba de decirlo, el resto de visitas fueron sin mascarilla en la sala o comedor con distancia. Lógicamente yo, el chofer, siempre con mascarilla.


Habían más en la lista, pero me salió la oportunidad de un viaje de vacaciones con mis hijos a la playa, tuvimos que hacer dos visitas más y no más. Todas bajo mi “supervisión” o “compañía”. Todas lindísimas.


Supe que el fin de semana pasado le recogieron unos amigos porque hicieron una reunión entre varios, a la que por su puesto sin necesidad de chofer, yo no estaba invitada.


No se si antes de la pandemia esto era así, lo que sí sé es que hace tiempo que no le he visto reír tanto a mi tía, no se si porque no le he ido a ver en pandemia, si porque la de la mala memoria soy yo o porque simplemente ella se reconectó recién. Es que de verdad no le he visto gozar tanto en mucho tiempo y no he sabido que se veía con sus amigos. No quise saber así que no pregunté, quise llevarme esto como un mérito mío, el de la princesa, la merecida reina de sus ojos, la nena.


Cuando volví (12 días después) de mis vacaciones le fui a ver, le compré melcochas, las que le encantan que no son ni suaves ni duras (ni tan frescas, ni tan pasadas). Le pregunté cómo le fue, no se acordaba de una de las visitas, ni siquiera de haber ido, pero sí de muchas. Se acordaba de la reunión de amigos (con la empleada al lado que le daba pistas). Cuando me iba me dijo: “nena, no estaba lista para hacer estas visitas sola, no te das cuenta cuanto me pierdo cuando estoy con mis amigos, pasé lindísimo, no te quise decir, pero llevé a la empleada conmigo a la hacienda con mis amigos, me preguntaron los amigos que qué llevo yo, les contesté ustedes lleven los vinos, a otros los postres, yo llevo la empleada. Sólo así podía pasar bien, necesito que alguien me diga lo que pasa. Me pregunto yo cómo tiene Alzheimer leve si parece que está sobre sus 5 sentidos más clara que cualquiera. Pero también tengo que decir que durante muchas reuniones muchas de las chorrocientas risotadas eran historias recontadas varias veces, en puntos donde parecía simplemente enfatizar lo chistoso ... pero era el Alzheimer. Lo que me dí cuenta también es que yo le ayudo bastante, esas visitas silenciosas y solitarias, la quinta y la sexta no disfrutó por eso.


Ya me iba. “¿Cuándo nos vamos a seguir riendo si no, es ahora nena?” me preguntó, le miré, ella sabía que sobre eso venía una oferta mía de acompañarle, pero me puso la mano al frente y me dijo, “¿Cuándo disfrutas tú si no es ahora?” nunca supe si se refería a mi tonta vida rutinaria, si entendía ella mismo lo que me decía, a que ella mismo no me ha visto reír a mi tanto, solo sonreí, cerré la puerta, me fui sin darme cuenta, estaba yo sonreída pensando que esa mujer estuvo alguna vez con miedo de quedar embarazada, ha viajado más que mi mamá y yo juntas, tiene más amigos de los que yo puedo contar como verdaderos, debe haber sido siempre el alma de la fiesta, es independiente hasta con Alzheimer. Pero lo más TOP es que tiene una sobrinaza que no siente la obligación de ir, sino que simplemente quiere estar el resto de su vida a su lado.










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