EDITORIAL
Por: Gabriela Larrea
Autora del Libro: El Abuelo que recordaba con el corazón
Al escuchar Alzheimer lo primero que nos viene a la mente es olvido y jamás nos imaginamos el duro camino que tenemos que transitar antes de que el olvido llegue. Este duro camino nos ha tocado pasar a nosotros como familia desde hace algunos años, cuando mi papá fue diagnosticado con Alzheimer. Ha sido un caminar juntos aprendiendo cada día a aceptar y convivir con esta enfermedad.
Con este diagnóstico vinieron muchas cosas, una de ellas es preparar a nuestros hijos para lo que se viene. Como padres, hacemos todo lo posible por evitar que nuestros hijos sufran, no queremos que nunca estén tristes y hacemos todo lo que está en nuestras manos para alegrarles y aliviarles sus problemas y tristezas; sin embargo, la solución no está en nuestras manos.
Como padres nos tocó explicar con toda la honestidad lo que se venía con el abuelo, ellos como niños empezaron a aceptar y entender. No es posible esconder cosas a los hijos en una realidad así, los cambios en las personas con Alzheimer son evidentes y los niños son mucho más perceptivos de lo que creemos. Les dimos apertura y confianza para que siempre puedan preguntar lo que les preocupa, explicándoles tanto la parte médica, como la parte afectiva. Jamás escondimos nuestros sentimientos, a pesar que hubo momentos donde nos quebramos frente a ellos, si un niño ve a sus padres reprimir sus sentimientos, aprenderá que él también debe hacerlo. Para ellos, es mucho más dolorosa la incertidumbre de no saber qué pasa; aunque la verdad sea dura esta les da seguridad y estabilidad. Mis hijos eran muy pegados a su abuelo. Fue con él con quién aprendieron lo que significa el amor incondicional, siempre supieron que el abuelo estaba dispuesto a ayudarles en todo lo que necesitaban. Ir donde el abuelo Tito significaba ser más
libres, tener menos reglas, órdenes y obligaciones. Era tan fácil querer al abuelo, ya que siempre estaba para ellos; era una parte esencial en su vida, era el mediador y su mayor defensor.
Les enseñamos a nuestros hijos a querer al abuelo de una manera diferente, a entender que los roles habían cambiado. Ahora les tocaba hacer por el abuelo todo lo que él hizo por ellos.
Los niños que viven estas realidades, aprenden a tener empatía, ser generosos y pacientes. Este sufrimiento del cual tratamos de alejar a nuestros hijos, les convierte en mejores seres humanos con valores más claros.
En medio de todo este dolor, nació una historia y decidí escribir un cuento, este cuento se llama: “El Abuelo que Recordaba con el Corazón”. De esta manera enseñé a mis hijos y a todos los niños y adultos que siempre debemos sacar lo que nuestro corazón tiene adentro. Con el ejemplo aprendieron que cuando tenemos un dolor y compartimos lo que llevamos dentro, este dolor se hace más liviano. Escribir este cuento fue poner en palabras lo positivo que nos deja esta enfermedad, es entender que no hay sentimiento más fuerte que el amor, y que con amor podemos vencer todas las adversidades. La última frase de este cuento dice:
“Sé que, aunque el tiempo pase y el abuelo me olvide, él siempre será el mejor amigo que he tenido, porque los buenos amigos dejan huellas en el corazón que nunca se borran a pesar de las circunstancias”.
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