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Testimonios de Cuidadores

"La Rosa Negra"

Cecilia Borja



Mi madre se llama Rosita, “con cariño”, por lo tanto, no es a ella a quien me refiero con este título, aun cuando ella es la principal protagonista. Entonces, ¿quién es? Un día, tiempo atrás, fue así cómo mi madre nombró a mi hermana Jasminita. Pero, ¿qué tiene de especial que la haya llamado así? Y continuaba diciendo: “una rosa negra no es común, más aún, sería muy difícil encontrarla en un supermercado, en un jardín, es tan especial y única como es Jasminita”


Y mi madre tenía toda la razón, gracias a mi hermana he podido desvelar algo del misterio de la vida humana. ¿Su mirada que se pierde en el horizonte es tan infinita como las preguntas esenciales que nos hacemos alguna vez: quiénes somos? ¿A dónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestras vidas? Y un día descubrí que entre ella y yo no hay mayor diferencia, mejor aún hay una sintonía que no la puedo explicar, sino tan sólo sentir. Me refiero al anochecer de un día, hace algunos años atrás, cuando estuvimos atrapadas en el intenso y pesado tránsito de regreso a casa. Yo conducía y en un momento hice una travesura para ganarle al auto de al lado, fue cuando solté una carcajada liberadora y ¡oh sorpresa! Jasminita comenzó también a reír, tenía la misma risa que la mía. Su mundo era cómplice del mío, realmente éramos hermanas. Bendito el vientre que nos concibió y nos hizo hermanas.


"Quise escribir este tema sobre mi madre porque es necesario que tomemos en cuenta que si bien la memoria se va esfumando mientras pasan los años, hay hechos o situaciones que no desaparecen, no pueden desaparecer. Uno de ellos es esta explicación que daba mi madre sobre Jasminita, cuando yo le sugería que escribiera un libro sobre ella y cuál título le pondría. Cabe indicar que mi amada hermana ha padecido toda la vida de autismo severo."

El Alzheimer no borra la historia de quienes lo sufren, no borra sus cualidades, tratándose de mi madre no borra la belleza con la cual en ese momento miraba la tragedia de su niña. No borra el sentimiento y poesía de estas palabras. Muchas veces solo vemos los actuales y difíciles momentos por los que ellos y ellas atraviesan, pero está latente, y no lo vemos, sus triunfos, confrontaciones, la valentía con la cual asumieron sus vidas. En particular, sus propias cualidades y habilidades, muy suyas y que se volvieron nuestras a través del tiempo.


Rosita, mi madre, estas palabras vuelan de corazón a corazón para que tú las escuches, tal vez te olvides de la letra de esta canción con la cual te escribo, pero sé que nunca olvidarás el amor con el cual nos has amado y sigues amándonos. Un amor que ahora en el crepúsculo de tu vida lo has ampliado a todos quienes están cerca de ti, a tus próximos, que lo reciben con el cariño y respeto que también te tienen.


"Gracias Rosita por ser mi madre y aunque la distancia nos separe hoy el amor filial nos acerca cada vez más. Ahora soy yo quien te bendice, que el bien y la paz se instalen en tu corazón, como se instalan las gotas de rocío que al amanecer topan y resbalan los pétalos de las rosas."
 













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