Entre el incremento de los casos de contagio de COVID19, las decisiones imperfectas en los distintos ámbitos sociales, la fortuna de estar vacunados, la esperanza de que la gravedad con la que debemos enfrentar los casos “positivos”, las generaciones nuevas afectas, las limitaciones de acceso a educación, el estrés del encierro, el pesimismo y el optimismo, el egoísmo y la generosidad de nuestros comportamientos o simplemente el “bache económico” que ha ocasionado la pandemia, existe una realidad muy dolorosa, adultos mayores con Alzheimer, que al igual que a personas discapacitadas, niños y muchos grupos vulnerables, se les ha privado la posibilidad de tener estímulos y terapias que contribuyan a contrarrestar su enfermedad y freno del progreso de la misma.Todos ellos están detrás de un vidrio y de una pared, vulnerables, confundidos y desatendidos, donde nuevamente surgen las preguntas ¿cuán responsables somos con ellos?, ¿cuántas veces nos hemos dejado ganar por la velocidad del día a día? y ¿cuántas hemos flaquedo ante la posibilidad de dar un abrazo seguro?, en unos casos con la excusa de que “no nos reconocen con mascarilla” o que “ya están vacunados y no les afecta”, nos olvidamos que a nuestros adultos mayores solo una gripe los puede golpear más que una persona joven, no se diga las secuelas que quedan en la salud.
Nuestros adultos mayores con enfermedad Alzheimer, unos más jóvenes que otros y otros ¡realmente jóvenes! Son impactados de una manera silenciosa, pensamos que no se dan cuenta, pero en la realidad resulta que es m